Al igual que la mayoría de vosotros he vivido un infierno, desde que era muy joven, sobre todo en la adolescencia, soportando burlas, insultos, motes y todo por pesar "unos kilos de más". En mi casa me inventaba mil excusas para no comer con la familia, siempre me entretenía con algo para tener la excusa de comer más tarde, luego cuando iba a comer, ya sola, tiraba la mitad de la comida por el retrete para no dejar rastro, cuando no podía comer sola también me las ingeniaba para vomitar...

Lo peor fue mi transformación física, cuando empecé a quedarme en los huesos, cuando dejé de menstruar, aquel vello corporal, los dolores de cabeza, los problemas de visión, etc, todo ello por la falta de nutrientes. Ahora veo las fotos y no me puedo creer que por aquel entonces me viese gorda, también he sentido mucha vergüenza por haber llegado a ese extremo y pensando en la cantidad de gente que pasa hambre en el mundo y yo comportándome así...
Esta sociedad nos enferma, crea enfermedades que solo se pueden dar en una sociedad tan centrada en estereotipos y modas absurdas, y sin duda las mujeres somos las principales víctimas, ya que todos estos estereotipos están en nuestro día a día, en la tv, en marquesinas, en revistas, las famosas con Photoshop (que engañan a mucha gente, siempre perfectas), en autobuses, hasta en la caja de los cereales. El mensaje siempre es el mismo, "adelgaza!" o "la delgadez es sinónimo de belleza", se nos mete en la cabeza sin que nos demos cuenta, se queda en nuestro subconsciente y esto en una adolescente puede provocar estragos.
Ahora echando la vista atrás me doy cuenta de todas las cosas y el tiempo que perdí, de todo lo que dejé de hacer porque nunca me veía bien. El daño que le hice a mis padres, que se veían superados por mi problema, pero también les estoy muy agradecida porque nunca tiraron la toalla conmigo y si a día de hoy estoy recuperada es gracias a ellos que hicieron lo imposible por mí.
Recuerdo el día que mi madre se sentó a mi lado para hablarme seriamente sobre lo que estaba pasando, yo estaba totalmente cegada y me negaba a hablar y mucho menos a reconocer que tenía un problema. Después me llevaron al médico, luego a varios psicólogos, los cuales fueron inútiles, más tarde al psiquiatra, (un hombre mayor con cara de pocos amigos..que me dio pastillas que me hicieron más mal que bien), nada de eso funcionó, por una parte porque no me sentía cómoda con estos psicólogos y el psiquiatra y por otro lado porque yo no estaba dispuesta a reconocer que tenía un problema, hasta que me llevaron a una psicóloga con la que conecté, me sentía cómoda con ella y fue la que me abrió los ojos, de no ser por ella posiblemente no habría logrado salir del pozo en el que estaba.
A mis padres y a mi psicóloga les debo lo que soy ahora, una persona totalmente recuperada, con muchas ganas de vivir y de recuperar el tiempo perdido.