La verdad es que no se porque pero hace un tiempo que quería escribir aquí porque cuando yo leía esta sección me recordaba a los concursos de la tele (siempre pensé que esa gente son actores y que no les ha tocado nada).
Hoy quiero decir que hay personas que saben lo que es vivir después de está desgracia.
Seguramente mi historia será parecida a la de muchas de vosotras, empecé con un TCA a los 12 años, hoy considero que nunca fui una niña fea ni gorda, sólo fui una niña, con barriguita y sin tetas, con el culo respingón y el pelo atado en una cola para andar en bici o patinar (como las niñas de antes, quiero decir, porque las de hoy...con 12 ya tienen otro estilo).
El caso es que entre los 12-13 me junté con un grupo de chicas 2 o 3 años mayores y empezó problema, hoy me doy cuenta de que no eran más guapas ni mejores, sólo estaban más desarrolladas.
Pasé un bache entre los 13 y los 14, anorexia nerviosa e intento frustrado de bulimia (gracias a Dios). A los 14 conocí al amor de mi vida y las cosas mejoraron...demasiado, tanto que me dieron el alta en el psicólogo infantil y todos a casa a comer perdices pero no fuimos felices

Cumplí los 15 con un único deseo: arreglar la que había liado en el último año (digamos que había pasado de infrapeso a rozar el límite del peso saludable, pero por encima).
Durante esos dos años, dados mis antecedentes toda mi familia se dio cuenta de que volvía a lo de antes, empecé terapias que nunca acabé, no me importaba ir al psico o cubrir papeles pero estaba decidida a no comer lo que me mandaban y cuanto más me lo decían peor lo hacía yo.
Con 17 años me fui a estudiar a otra ciudad (Santiago, yo soy de Coruña), en realidad podía estudiar mi carrera al lado de casa pero llegué a auto convencerme de que la otra facultad era mejor (ahora lo entiendo, no era mejor, era perfecta, lo suficientemente cerca para ver a mi gente de vez en cuando y lo suficientemente lejos para que, sabiendo lo que estaba haciendo no pudieran verlo).
Dejé todas las terapias y organicé mi vida orientada a ser lo que había soñado sin darme cuenta que lo que consideraba un sueño suponía convertirme en un cadáver incapaz de compartir el tiempo más que con los libros y cuyo único objeto de satisfacción capaz de arrancarle una sonrisa eran las matriculas de honor de la universidad.
Entre los 17 y los 19 sólo hice 3 amigos (conocí a mucha gente, pero amigos sólo 3). Todos los días fueron iguales durante 2 años: iva a clase 5 horas, estudiaba otras 4 o 5, era profesoras de clases particulares 2 o 3, dormía 6 o 7 y malvivía 4 o 5 (comer algo, tomar un té con mis amigos y caminar).
Los fines de semana no alcanzo recordar si eran mejor o peor, venía a casa y me peleaba con todo el mundo (ya sabéis: -estas mal, -no, no lo estoy, estoy mejor que nunca, tu que sabrás, déjame en paz, me voy a mi casa).
A la vista de los acontecimientos apuré unas prácticas en Santiago el verano antes del último curso para no tener que pasar 3 meses en casa, me sentía tan sola que adopte un perrito y para llenar huecos aumenté mi actividad: dando más clases, paseando 5 o 6 horas al animalillo y haciendo prácticas.
Ese verano todo estalló: en junio, después de 5 años mi novio se rindió y me dejo después de una escenita en un restaurante y un paseo forzoso por la báscula; a finales de mes mi madre me contó que quería separarse (algo que yo deseaba desde hacía años, las cosas no iban bien), a principios de julio conocí a su novio, a finales de julio…me crecían los enanos.
En septiembre había asumido que no llegaría a mi 20 cumpleaños, lo sabía, me costaba respirar, a parte de mi aspecto físico, lo peor era el frío, el color morado de mi piel, el lento palpitar del corazón, la dificultad para mantenerme despierta…me moría.
Gracias y a dios, mis padres pudieron ponerse de acuerdo unos minutos (aunque yo no pude verlo a mi pesar), solicitaron una orden judicial para mi ingreso y una mañana, la policía me sorprendió llegando a la empresa donde hacía prácticas y me llevó al juzgado, de allí directa al hospital y paso lo que tenía que pasar: maldije mil veces a mis padres, a toda mi familia, desee matarles, después lloré más de 20 horas sin parar y, al final, me quede callada haciendo balance de lo que tenía: había perdido todo y no sabía si quería recuperarlo, eso era lo peor, había perdido la esperanza.
Me comunicaron que al día siguiente me pondrían una sonda, independientemente de que empezara a comer o no (era por el IMC y los protocolos de emergencia), soy una persona muy práctica así que tome una decisión: si esa noche no tenía valor para quitarme la vida, comería todo hasta alcanzar el peso necesario para salir de allí, pero ojo, sólo para salir de allí, después ya vería lo que hacía.
No fui capaz, me asome a la ventana, me incliné y me volví, quería morir pero no así.
A la mañana siguiente mi ex vino a verme, me gustó verle aunque hacía 3 meses que no habíamos vuelto a hablar y aquello no era la paz, me gustaba aquella tregua.
Le gustó mi actitud: las bandejas del hospital se iban vacías en cada comida, aunque nunca me preguntó porque lo estaba haciendo, creo que me conocía lo suficiente para saberlo. Pero recuperar 20 kilos es un proceso muy largo y, al final, el deseo de salir del hospital era mayor que la culpabilidad por comer, fue así como el cambio del punto de vista hizo cambiar mi pensamiento.
Sinceramente, si alguien me pregunta que hace falta para curarse creo que ese es el secreto: es muy duro ser así de sincera pero creo que para curarme necesitaba eso, de hecho creo que si no hubiera llegado a ese extremo hoy seguiría jugando a malvivir.
Las últimas 5 semanas de hospitalización me hicieron pasarlas en régimen de aislamiento, lo peor fue que al ver que se acercaba la salida empecé a plantearme que haría ahora y había tomado una decisión casi sin darme cuenta: jamás podría bajar de mi peso mínimo.
Salí del hospital y tuve que ir a controles: primero a la semana, después al mes, después a los 3 meses, después a los 6, después al año y a los 2 años me dieron el alta.
Que qué he hecho: cumplir esa promesa que me hice sin darme cuenta, habrá muchas formas de estar bien, yo seré muy muy sincera aunque seguro que habrá gente que no comparta la forma en que hice las cosas: primero fue necesario comer absolutamente todo lo que me mandaron hasta alcanzar el peso de alta, después yo decidí orientar mi alimentación a mi manera, pesándome al principio una vez a la semana, después una cada 15 días, después 1 al mes y ahora…1 cada dos meses más o menos. Al principio aprendí cuanto necesitaba para mantenerme y a estas alturas me sale solo, hay cosas que no como pero las sustituyo por otras que suplen su aporte nutricional, no picoteo pero jamás me he saltado una de las tres comidas principales del día desde hace casi 3 años, jamás.
Pero eso no es lo importante, es necesario pero no importante: lo importante es que aprendí a vivir, a ser feliz y a quererme, al salir del hospi volvé con mi chico, ahora hace ya dos años que vivimos juntos (algo que al principio me acojonaba), terminé la carrera el mismo año que me ingresaron, perdí 4 meses de curso en el hospital pero preparé los examenes internada y aprobé sin bajar demasiado la media (un par de notables y alguna matricula), el segundo cuatrimestre fui a clase recorriendo 150 km cada día pero me quedé a vivir en casa con mi madre y comía con ella todos los días, también aprobé aunque fueron mis peores nota: me alegro, viví mucho. Unas semanas antes de terminar encontré un trabajo estupendo que todavía mantengo y adivinad quién es mi compañero: mi chico, entro a las pocas semanas porque la chica que estaba aquí se fue, yo le dije que probara suerte y ¡la tuvimos!
He de aclarar que al principio, cuando salí, mi familia y la de mi chico tenían serias dudas y como es lógico siempre trataban de convencerme para que comiera esto o aquello, para que picara una chocolatina, una galletita…hoy en día todo aquello es un lejano recuerdo y se han acostumbrado a mi forma de cuidarme, de hecho, creo que la única que todavía lo recuerda como si fuera ayer soy yo.
Chicas, si alguna ha leído toda esta letanía sólo quiero que sepáis que sobre esto no está nada escrito, por muy bajo que caigas, siempre hay una posibilidad de remontar y, al final, de una forma u otra es posible vivir.
Mucho ánimo a todas y también a todos los familiares, novios, amigos…se que es muy duro (todavía no me he perdonado como trate a mi madre el día que me ingresaron y creo que jamás me lo perdonaré) pero haced lo que sea necesario, creo que a veces es necesario que las personas con esta enfermedad experimentemos lo que llega a pasar para poder querer estar mejor.
Muchos besos y perdón por haberme extendido tanto.